Un día, en una de mis investigaciones paniegas encontré un
detalle bien curioso: la palabra compañero
viene del latín cumpanis, “cum"
que significa “con” y “panis” que significa "pan". En resumen, la
unión de las dos es algo así como: Aquél
con quien compartes el pan.
Para mí esta palabra cobró un peso significativo y de gran
valor. No solo se refiere a la persona que está a tu lado, sino aquella con la
que compartes algo más que tu sola presencia: historias, alegrías, tristezas,
conocimiento. Todo alrededor de la mesa, partiendo el pan.
Dando vueltas esto en mi cabeza, surgió la idea de compartir
el pan (valga la redundancia) que regularmente hago con los panaderos de la
ciudad para de alguna manera recolectar experiencias, conocimientos, sabores,
texturas y tratar de devolverle el valor al oficio del panadero.
En México, el pan que consumimos con regularidad, es un pan
sin alma, con esto no quiero decir que sea un mal pan, como dice el gran panadero
Xavier Barriga: para todos hay un mercado, sin embargo se ha perdido el gusto
por comer buen pan. Nuestra rutina diaria cada vez adquiere más velocidad, las
ciudades crecen, el tráfico crece, las distancias crecen y nuestro tiempo se
reduce. Preferimos darle tiempo a otras cosas que a nuestra alimentación, y es
normal, a diario nos bombardean con alimentos instantáneos, donde sólo
requerimos desenvolver y comer. Esto aunado al monopolio panadero de Bimbo en
México, nos tiene atrapados en un cuarto sin salida, donde nuestra única opción
es el osito Bimbo en todas sus presentaciones o al menos eso es lo que creemos.
Lo mismo ocurre en las grandes panaderías y las de barrio,
donde regularmente lo que importa es la venta del pan, utilizando un montón de
aditivos, levadura artificial y algunas veces ingredientes de mala calidad.
Casualmente es un sabor al que nos hemos acostumbrado o mal acostumbrado, depende
la perspectiva. Lo cierto es que cuando uno prueba un pan con alma, un pan de
lenta fermentación, con levadura natural o masa madre, uno se enamora.
Afortunadamente por el país hay quienes están recuperando
estas costumbres casi primitivas, devolviéndole el valor al pan y a los
cereales como el trigo y el centeno.
Empezando mi aventura paniega por la Ciudad de México,
visité a Pancracia, una panadería
que cuando la conocí me hipnotizó. Los culpables del olor de la esquina de
Chihuahua y Tonalá son ellos, unos panaderos comprometidos con su oficio, donde
nadie es más ni es menos. Panaderos que se respetan entre sí, comparten una que
otra cerveza entre fermentación y fermentación mientras cotorrean formando los
baguetes, las hogazas o algún pan dulce. Tanta felicidad se transforma en
cortezas brillantes y migas jugosas de tonos amarillos.
Llegué un poco nervioso diciéndoles que les traía un pan
para compartirlo con ellos. La primera reacción de Hugo, uno de los panaderos
de Pancracia, fue ir por un cuchillo y repartir la hogaza entre los demás
panaderos. Les compartí una hogaza de harina de trigo, 30% de masa madre de
trigo integral, 60% de hidratación y 8 horas de fermentación. Tenía tonos a
campo, con la dulzura y todo el sabor del cereal.
Hugo me compartió anécdotas paniegas, algunos trucos para
mejorar mi pan y sobre todo la corteza del mismo, me platicó del valor, cariño
y respeto que le tienen ellos al pan y a su trabajo. Dimos un recorrido por
Pancracia, donde sucede la magia que ellos crean y gustan de compartir con los
demás. No se enfrascan en compararse con las demás panaderías, no por creerse
superiores, sino porque saben que su trabajo es honesto y comprometido con
hacer un pan con alma, rico en sabor, en color, en textura y sobre todo en
nutrición.
Me compartieron uno de sus panes más queridos, un Pain au Levain (la foto de arriba) de 18 horas de fermentación. Un pan
hecho con 100% harina de trigo blanca y masa madre, pero que con los tiempos de
fermentación que le brindan, pareciera como si saborearas todas las bondades
del trigo entero, una miga con sabor a campo, jugoza y un color maravilloso,
con una corteza crujiente y brillosa.
Al final los nervios se convirtieron en una plática de
compañeros.
“Este es nuestro
viaje, viejo.” Hugo de Pancracia.
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